Uquía se transforma en un lienzo palpitante durante el carnaval. Los diablos, con sus máscaras y trajes coloridos, descienden del cerro en una danza ancestral que conjuga lo sagrado y lo profano. La música envuelve al pueblo en un abrazo sonoro, mientras el aroma a incienso y tierra húmeda se mezcla con el júbilo de la multitud.

La bajada es un momento de comunión con las raíces, un puente entre el pasado y el presente. Los cuerpos se mueven al compás de un ritmo ancestral, celebrando la vida y la fertilidad de la tierra. Cada paso, cada gesto, es un homenaje a los antepasados.

Uquía en carnaval es un remanso de alegría en medio de la montaña. Sus calles, engalanadas con serpentinas y globos, son un reflejo del alma de su gente. La tradición se respira en cada rincón, invitando a todos a unirse a esta fiesta que trasciende las fronteras del tiempo.

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